Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1675
Legislatura: 1899-1900 (Cortes de 1899 a 1901)
Sesión: 10 de febrero de 1900
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 126, 4337-4339
Tema: Votación de una enmienda del presupuesto de ingresos

El Sr. SAGASTA: Comprenderán los Sres. Diputados que yo no podía permanecer en silencio después de las palabras pronunciadas por mi querido amigo el Sr. Moret.

Ya me hubiera sido difícil hacerlo después de la alusión cariñosa de mi también querido amigo el Sr. Romero Robledo; pero además de verme impulsado por estas dos afectuosísimas excitaciones, lo sería también por las dudas que ayer dejó caer el señor Presidente del Consejo de Ministros sobre la conducta de las minorías, en punto a la votación que tuvo lugar aquí.

Empiezo por declarar que si ayer hubiera estado yo aquí, habría hecho lo mismo que hizo la minoría liberal y lo que hicieron las demás minorías. No sólo hubiera hecho esto, sino que debo declarar en que la minoría liberal estaba aquí para votar la enmienda a excitación mía.

Hoy me limitó a decir que hago mías por completo las palabras elocuentísimas del Sr. Gamazo y las no menos elocuentes del Sr. Marqués de la Vega de Armijo, a las cuales no añado ninguna porque me parece imposible encontrarlas más adecuadas.

No estuvo en verdad acertado el Sr. Presidente del Consejo de Ministros al manifestarse dolorido e incomodado por la votación de ayer. El Gobierno fue derrotado, pero no fue derrotado por las minorías, porque ése es el error en que está el Sr. Presidente del Consejo de Ministros; el Gobierno fue derrotado por la mayoría. No está la derrota del Gobierno en los 88 votos de las minorías, lo está en los 88 votos de la mayoría.

Hay que tener en cuenta que el Gobierno convocó a la mayoría, que el Gobierno la excitó al combate, que el Gobierno hizo de ésta una cuestión de Gabinete, y después de esto, la mayoría, que está compuesta de 240 Diputados, respondió con 88 votos. ¿Se puede dar una derrota mayor? ¡Ochenta y ocho votos de la mayoría, después de haber hecho de la enmienda cuestión de Gabinete, después de haber asegurado el Sr. Ministro de Hacienda que no continuaría ni un momento más en el banco azul si era tomada en consideración!. No se puede plantear una cuestión de Gabinete de modo más claro y terminante, y sin embargo, convocados los Diputados al combate, de 240 que constituyen la mayoría sólo acudieron 88. ¿Qué importan, pues, para la cuestión que se debate, los 88 votos de las minorías? Lo que importa, repito, son los 88 votos de la mayoría.

No fue justo el Sr. Presidente del Consejo de Ministros al calificar a las minorías de la manera que lo hizo. ¿Qué habían de hacer las minorías? Se trataba de una cuestión de presupuestos, de una cuestión de consumos, sobre la cual las minorías se habían declarado en contra hacía mucho tiempo, desde que se conocieron los primitivos proyectos del señor Ministro de Hacienda parecía como que prescindía del proyecto de consumos, del de la sal y de algún otro; pero desde el momento en que el señor Ministro de Hacienda lo ha resucitado, ¿qué habían de hacer las minorías más que lo que han hecho, votar en contra de un aumento que creen, no sólo difícil de recaudar, sino hasta peligroso? Pero además, ¿qué habían de hacer las minorías desde el instante en que el Sr. Ministro de Hacienda y el señor Presidente del Consejo de Ministros declararon esta cuestión, cuestión de Gabinete?

¿De cuándo acá las minorías han votado al lado del Gobierno, ni se han abstenido de votar en una cuestión de Gabinete? Pues qué, ¿no considera el Gobierno que si las minorías hubieran tenido la más pequeña flojedad en este punto, se hubiera creído que eran ministeriales, y ministeriales de una manera vergonzante e indigna? (Muy bien.)

Las minorías, pues, no pudieron hacer más que lo que hicieron; no se les podía ocurrir, que en una cuestión de esta naturaleza, después de los trabajos del Gobierno, pudiera ser el Gobierno derrotado. So- [4337] bre todo a las minorías les interesa mucho esta cuestión; les interesa mucho que los presupuestos sean lo mejor posible para el país, y que se aproximen, cuanto sea posible también, a la nivelación; lo que no les interesa ni poco ni mucho es que el Gobierno continúe en ese banco o desaparezca. Y sucede una cosa muy singular, y es, que si desaparece, desaparece por culpa de la mayoría, y las minorías vienen a ser cómplices de una cosa que no les interesa.

Yo debo declarar que lo que ayer sucedió no tiene remedio; de que el Gobierno quedó ayer derrotado, no cabe duda ninguna, eso es evidente.

¿Es que la derrota que sufre el Gobierno en una votación se puede remediar con un triunfo en otra sesión? Yo lo creo difícil porque cuando el Gobierno es derrotado, derrotado queda; pero ahora busca el remedio de un modo raro, de un modo que no puede ser admitido, porque, ¿qué recurso encuentra el señor Presidente del Consejo para remediar la derrota de ayer? Pues encuentra el recurso de cambiar por completo el sentido de la enmienda, el sentido de la votación, mejor dicho, porque ahora llama a los Diputados, no para votar la enmienda, sino para votar una cuestión que, según él, es esencial para la continuación del Ministerio. Es la cuestión esencialmente política; es la cuestión más política que puede presentarse en un Parlamento. Hoy, Sres. Diputados, vais a votar la continuación o la caída de ese Ministerio. (Rumores). ¿Qué tiene que ver este sentido de la votación, este sentido que le da hoy el Sr. Presidente del Consejo, con el sentido de la votación de ayer? De manera que hoy podrá el Gobierno tener mayoría, no lo sé, porque ayer me figuré que la iba a tener y no la tuvo; pero, aunque así sea, ¿qué tiene que ver la mayoría de hoy con la mayoría de ayer, si el Sr. Presidente del Consejo la llama a votar una cosa muy distinta de la que ayer votó?

Yo no sé cómo el Sr. Ministro de Hacienda acepta el sentido que se quiere dar a la votación que va a tener lugar dentro de pocos momentos, porque, ¿qué va a resultar si en la votación de hoy tiene mayoría el Gobierno? Pues va a resultar la derrota más clara y evidente del Sr. Ministro de Hacienda. Cuando se trataba de una cuestión de Hacienda, hecha cuestión de Gabinete por el Sr. Ministro del ramo, ayudado en esto por el Sr. Presidente del Consejo, el Gobierno quedó derrotado. Cuando se hace una cuestión de Gabinete para la existencia del Gobierno, el Gobierno queda triunfante. Luego, ¿se puede dar una derrota mayor del Sr. Ministro de Hacienda? (Rumores.)

No me importa que el Gobierno continúe o se vaya; pero lo más injusto que podría suceder sería que las Cortes dieran un voto de censura al Sr. Ministro de Hacienda, dejando a los demás Ministros en sus puestos, porque, realmente, el Sr. Ministro de Hacienda ha sido la personalidad más importante del Ministerio, fuera del Sr. Presidente del Consejo; la que ha trabajado más, la que ha tenido más voluntad, la que ha desplegado mayor energía, la que ha hecho mayor sacrificio; y en este concepto, dar un voto de censura al Sr. Ministro de Hacienda, sería lo más injusto que podría hacerse. Yo creo, repito, que el Sr. Presidente del Consejo ha hecho mal en no sostener el sentido y la significación de la votación de ayer, que era la única manera de salvar en parte la personalidad del Sr. Ministro de Hacienda, y digo salvar en parte, porque no creo que se pueda salvar por completo después de la derrota de ayer.

Pero, en fin, haga de ello lo que quiera el Gobierno, atienda o no estas indicaciones, yo lo que digo es que sería mejor que la votación tuviese el mismo resultado que tuvo ayer, porque de esa manera quedaría bien el Sr. Ministro de Hacienda y quedaría bien el Sr. Presidente del Consejo de Ministros; pero si la votación no tiene para el Gobierno el resultado que tuvo ayer, si hoy no queda como quedó ayer derrotado, entonces la situación del Sr. Ministro de Hacienda no es buena, y el Sr. Presidente del Consejo de Ministros no podrá continuar con esos alardes de energía, de carácter y de intransigencia que hace ahora en las cuestiones de Hacienda y que no hacía antes. ¡Hacer cuestión de Gabinete, Sres. Diputados, de la décima en la contribución de consumos, que después de todo viene a producir para el Tesoro una cantidad relativamente insignificante; hacer de ella una cuestión de Gabinete, es demostrar una intransigencia que de ninguna manera está justificada, cuanto tantos proyectos del Sr. Ministro de Hacienda han sido echados por la borda o han sido modificados en tales términos que no los conoce el mismo autor! ¿Por qué, pues, esa energía, que divide a la mayoría, que obliga a las minorías a marchar completamente unidas, que destruye al Gobierno, cuando no ha habido semejante energía en asuntos de mayor importancia, lo mismo antes que después, pues todos los días está haciendo variaciones el señor Ministro de Hacienda, todos los días está modificando sus proyectos, y han desaparecido multitud de ellos, y va a desaparecer también el de alcoholes?

El Sr. Ministro de HACIENDA (Fernández Villaverde): Desaparecer, no; se modificará. ¿No se han modificado siempre todos los proyectos de los Ministros de Hacienda? (Varios Sres. Diputados de la minoría liberal: Ya hablaremos de eso.) Vengo librando con los intereses y con los egoísmos muchas batallas.

El Sr. Duque de ALMODÓVAR DEL RÍO: No se puede hablar de egoísmos de intereses sin explicar esas palabras, Sr. Ministro de Hacienda. (Rumores en la mayoría.) Lo digo y lo repito, señores de la mayoría. (Continúan los rumores).

El Sr. LUACES: Hay egoísmos e intereses legítimos.

El Sr. Duque de ALMODÓVAR DEL RÍO: Ya discutiremos eso muy pronto.

El Sr. Ministro de HACIENDA (Fernández Villaverde): O ahora.

El Sr. Duque de ALMODÓVAR DEL RÍO: O ahora. Pido la palabra.

El Sr. Vicepresidente (García Alix): Ahora no, porque no está puesto a discusión el proyecto de alcoholes.

Puede el Sr. Sagasta continuar hablando.

El Sr. SAGASTA: Algo diría al Sr. Presidente del Consejo de Ministros sobre la idea de que hoy cuenta con la opinión general del país; pero no quiero extenderme en esas cuestiones, porque tengo deseos de llegar a la votación. Por consiguiente, aplazo estos puntos, que son de importancia, para otra ocasión que me parece que vendrá pronto, porque, a mi juicio, es una verdadera temeridad el que S. S. sostenga afirmaciones semejantes.

Todavía podría pasar por alto que S. S. creyera [4338] que tenía de su parte la opinión unánime del país, porque yo tengo también la idea de que esa opinión está de mi lado; pero creer que sólo S. S. puede gobernar este país, eso, digo que me parece una temeridad. Si fuera sí, ¡desgraciado del país! Si no tuviéramos más que al Sr. Silvela estábamos perdidos. ¡Buenos están los tiempos y bueno está el país para que no haya más que un hombre capaz de gobernarnos, por muchos que sean sus merecimientos, grande su talento e inmensa su fortuna! Y además, el Sr. Silvela, por circunstancias independientes de su personalidad, por las condiciones extraordinarias en que ha venido al Gobierno, por las dificultades que hoy le rodean, no ha sido todo lo afortunado que sería preciso para que el país lo considere como único gobernante posible.

De modo que yo deseo, por el propio Sr. Silvela, que rebaje un poco, que no llegue a considerarse, no ya sólo como único gobernante posible, sino como el único salvador de esta sociedad. Y así, cuando S. S. se ponga en los términos de moderación en que debe ponerse como Presidente y jefe del Gobierno que ha empezado a experimentar las dificultades que ofrecen las asperezas de la realidad, cuando S. S. se ponga en términos de más moderación, discutiremos, con mucho gusto mío, S. S. y yo, el punto interesante de quién tiene de su lado la opinión del país, y de si S. S. puede continuar gobernando esta Nación de la manera que lo ha hecho hasta ahora.



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